- Firmaré sin leerlo. No puedo; me echo a llorar.
- No sé qué decir... ¿Lo siento?
- Tranquila, no es tu culpa. Pero te juro que es el día más triste de mi vida...
- Se la cuidaré como si fuera mi casa. Lo prometo.
- De hecho lo es, a partir de hoy mismo. Y ojalá seas tan feliz como yo lo he sido.
Y yo estoy cagada de miedo...
Ja, ja, ja... ¡Que no me caso aún!
ResponderEliminarUna hipoteca es más indisoluble que un matrimonio!
ResponderEliminarEnhorabuena en cualquier caso!
Pues supongo que... ¡gracias! Je, je...
EliminarUna más en el club de hipotecados (aunque, al fin y al cabo, peores clubs hay en este país...)